Durante años, viví en una casa que no terminaba de sentirse como un hogar. No era incómoda, ni oscura, ni fea, pero le faltaba algo, una sensación de recogimiento y bienestar que siempre había anhelado. Entonces, fue casi por casualidad que me topé con la idea de cambiar las cubiertas del tejado por unas de madera.
Aunque no lo parezca a simple vista, esta historia es especial para mí, porque al principio no tenía ni idea de cómo algo así podía influir en mi día a día, pero el cambio fue tan profundo que hoy, al mirar hacia atrás, siento que fue una de las decisiones más transformadoras que he tomado.
¿Quieres saber como un cambio en tu hogar puede tener un impacto importante en tu vida? Quédate y lo descubriremos juntos:
Todo empezó en una de esas tardes de invierno en las que el frío parece colarse hasta los huesos. Estaba en el salón, envuelto en dos mantas, con la calefacción encendida, y aun así no conseguía estar a gusto; había humedad, una corriente que no lograba localizar y una sensación constante de desprotección. Me daba mucha rabia porque trabajaba muy duro todos los días para poder pagar esa casa, como para que luego me sintiera desprotegido y con frío, gastando mucha luz (y dinero) con mi calefactor, así que me puse a investigar sobre cómo mejorar la eficiencia térmica en casas antiguas. Tras investigar un poco, acabé leyendo en la web de Cubiertas Estévez cómo la madera actuaba como un aislante natural ¡y no tardé en enamorarme de la idea!
Además, la estética también me llamó mucho la atención: siempre me han gustado las casas con techos de vigas, con esa calidez rústica que ves en casas de montaña o en revistas de decoración nórdica. Así que empecé a considerar seriamente instalar cubiertas de madera.
Hablé con un arquitecto, pedí presupuestos, busqué referencias… y finalmente me lancé.
¿Cómo lo hice?
Confieso que tenía recelo: cambiar una cubierta suena a una obra gigantesca, y yo no soy muy amigo del caos doméstico; aun así, el equipo que contraté fue súper cuidadoso. Me explicaron todo con paciencia, respetaron los plazos que pactamos y se encargaron de los permisos. Yo ya estaba feliz porque las cubiertas de madera cubrirían el tejado por fuera, pero para mi sorpresa descubrí que también serían visibles por dentro en algunas zonas, como en el ático y el comedor, lo que me tenía muy emocionado.
Me decidí por madera de abeto tratada, con un acabado natural que dejaba ver la veta. Lo que más me sorprendió fue que, en cuanto empezaron a instalar las primeras piezas, el olor a madera llenó la casa ¡Y me encantó la sensación que dejaba! Por fin empezaba a sentir que estaba creando un hogar a mi medida.
Cuando la obra acabó.
La primera noche tras acabar la obra fue reveladora. Sin calefacción encendida, la temperatura se mantenía estable. Había un silencio distinto, más denso y amable. La cubierta de madera aislaba de la temperatura, pero también del ruido, lo cual era genial: ya no oía tanto los coches, ni los sonidos fuertes ¡Era como si la casa me abrazara!
Bueno, y el cambio visual también fue otro punto fuerte. Las habitaciones que antes eran más sosas ahora respiraban vida gracias a la madera; además, este material tiene una forma muy especial de reflejar la luz, cálida y suave, creando ambientes mucho más bonitos. Sin darme cuenta, estaba pasando más tiempo de la cuenta en casa, disfrutando de desayunos largos, tardes de lectura y noches de manta y peli sin querer salir.
Ahorros en mi factura.
Sin duda, uno de los beneficios más claros fue el ahorro en calefacción. Al cabo de los primeros meses, las facturas bajaron, y todo porque este material regula la humedad, evita condensaciones y conserva mejor la temperatura interior, tanto en invierno como en verano.
De hecho, en verano lo noté aún más. Antes, las habitaciones de arriba eran auténticos horno, pero con la cubierta nueva, la diferencia era abismal. Gracias a esa inversión y ese cambio pude prescindir del aire acondicionado la mayoría del tiempo, lo cual también se agradece por salud, ecología y bolsillo.
Y ahora que lo menciono, si, la salud también mejoró ¡Gracias a la mejora en la calidad del aire! La madera, al ser un material natural, no emite compuestos tóxicos ni se calienta tanto como otros revestimientos, y aunque al principio temía por las posibles humedades o problemas de mantenimiento, la verdad es que, con el tratamiento adecuado y una buena instalación, no he tenido ni una sola gotera ni manchas.
Además, como soy algo propenso a las alergias, vivir en un espacio con menos humedad y menos polvo en el aire ha sido un respiro, literalmente.
Cambios emocionales y cotidianos.
Más allá de lo físico, el cambio también tocó algo emocional. Me sentí más a gusto en casa, era como si esa nueva cubierta también protegiera mi parte más vulnerable. Empecé a cuidarme más, a cocinar con calma, a invitar gente sin agobios ¡Fue como si mi bienestar se hubiese activado con un simple gesto arquitectónico!
Y aunque parezca una tontería, ver cada mañana el techo de madera al despertar me hace sentir agradecido, porque me siento a salvo, como si viviera en una cabaña secreta en mi rincón más íntimo.
Ventajas claras que saco en clave.
Está claro que acabé contento, pero me gustaría, además, hacer una pequeña lista de cosas que saco como ventajas para inspirar a otras personas a tomar esta buenísima decisión:
- Diseño a tu gusto.
Junto al arquitecto, elegimos dejar algunas vigas vistas en ciertas estancias, y también jugamos con alturas distintas para que el comedor tuviera una sensación de mayor espacio ¡Incluso decidimos instalar tragaluces de apertura automática! Fue acierto total. Por la mañana, la luz entra suavemente, y por la noche, ver las estrellas desde la cama es un lujo.
Poder diseñar a gusto y según tus preferencias es una ventaja, créeme, ya que no todas las reformas son tan personalizables.
- Menor impacto ambiental.
Otra ventaja fue su impacto medioambiental. Siempre he intentado hacer elecciones que beneficien al planeta, y este material, al ser renovable, reciclable y con una huella de carbono menor que otros, me daba más tranquilidad.
Además, descubrí que algunas empresas ya trabajan con madera procedente de bosques gestionados de forma responsable, algo que me pareció genial. Sentía que, de alguna forma, estaba contribuyendo también a una forma de construcción más amable con el planeta.
- Mantenimiento sencillo y duradero.
Uno de mis temores era tener que estar constantemente pendiente del mantenimiento, pero la realidad es que no hay mucho que hacer: basta con una revisión cada cierto tiempo y aplicar un aceite protector si quieres mantener el color natural. Al tratarse de una madera tratada, resiste bien el paso del tiempo, la humedad y los cambios de temperatura.
Llevo ya dos años desde que hice el cambio, y la cubierta sigue como el primer día. Con el tiempo, la madera ha adquirido una pátina suave que me encanta; tiene esa belleza que solo los materiales nobles saben ofrecer.
¿Lo recomendaría?
¡Sin duda! Como dice el título, gané en calidad de vida, y ahora ya sabes por qué.
Ha sido una mejora estética, térmica, de bienestar, de salud ¡De todo! Como conclusión saco que una simple decisión me ha ayudado a vivir mejor, con más calma y armonía. Por fin siento que mi casa se ha vuelto más una casa, y, por ende, por fin siento que mis largas jornadas de trabajo merecen la pena.
Muchos amigos me han preguntado por el cambio cuando vienen de visita, y algunos incluso se han animado a hacer reformas parecidas, y todos coinciden en lo mismo: la madera es la clave.
Cuando trabajas tantas horas y ganas un buen dinero, piensas que todo estará bien y equilibrado, pero no: muchas veces tomamos decisiones pobres o nos quedamos como estábamos por comodidad, mientras disfrutamos nuestro dinero en otros sitios y cubriendo otros asuntos. Sin embargo, tener dinero no da calidad de vida, tus decisiones sí. Y un hogar debe ser ese sitio en el que descansamos y podemos sentirnos seguros de verdad, sino ¿qué sentido tiene?
Decisiones que cambian perspectivas.
A veces pensamos que para sentirnos bien necesitamos grandes cambios: mudarnos, empezar de cero, reformar toda la casa… Y en realidad, a veces basta con cambiar el enfoque, por ejemplo: mirando hacia el techo, ese elemento de la casa prácticamente olvidado ¡Pero fíjate! Puede ser la pieza faltante para transformar nuestra manera de vivir.
Hoy, cuando el sol se filtra entre las vigas de mi salón o la lluvia golpea suavemente sobre la cubierta, siento que tomé la decisión correcta. La madera me ha enseñado a valorar los detalles, a respirar mejor y a entender que la calidad de vida empieza, muchas veces, en aquello que parecía invisible.