Esta es mi experiencia en la mudanza que realicé con mi familia

Mudarse es siempre una de las cosas que más pereza nos pueden dar a la hora de afrontar un cambio de vivienda. Este proceso lleva varios pasos: buscar una nueva vivienda, la negociación del precio, la resolución de todo el papeleo que es propio de una cuestión como esta y, una vez que todo eso se ha llevado a efecto, trasladar todas nuestras cosas desde la vivienda que dejamos hasta la que vamos a empezar a habitar. Mudarse es la más pesada de todas ellas, aunque quizá pueda competir con la que tiene que ver con todo el papeleo y burocracia que hay que solventar para poder llevar a efecto la compraventa.

Todo lo que he comentado en este primer párrafo lo puedo corroborar yo mismo porque he sido testigo, en primera persona, de varias mudanzas a lo largo de mi vida. La primera la viví cuando era pequeño y mis padres tuvieron a mi hermano pequeño, lo cual hizo que tuviéramos que trasladarnos a una vivienda más grande que la que teníamos. Por otro lado, también la he vivido hace un par de meses, cuando, ya casado y con una hija, empezamos a vivir en una casa más grande que el piso que teníamos en régimen de alquiler. Es un proceso que, desde luego, empiezas afrontando con mucha ilusión pero que, a medida que va avanzando y sobre todo como te encuentres con problemas, te puede terminar consumiendo la paciencia.

Pero, por suerte, no fue mi caso. La verdad es que hemos ido resolviendo todos los pasos sin tener que agotar esa paciencia de la que os hablaba y que tan importante es para que una mudanza no termine con nuestra salud física y mental. Lo primero que hicimos fue empezar a mirar viviendas tanto de segunda mano como nuevas. Pero lo hicimos sin presión, por ver qué precio tenían y saber qué zonas nos podrían interesar más. La verdad es que barajamos varias opciones claras y nos pusimos en contacto tanto con los propietarios, en caso de que fueran viviendas de segunda mano, como con promotoras inmobiliarias, en caso de que fueran de obra nueva.

Cuando tuvimos claro cuál debía ser la primera vivienda por la que luchar (de obra nueva, por cierto), fuimos a la promotora e intentamos negociar el precio, pero ya sabéis que, con estas cosas, no suelen jugar demasiado. Lo intentamos varias veces, pero no tuvimos la suerte que queríamos. Por tanto, desistimos en ese primer proyecto. Lejos de venirnos abajo, nos lanzamos a por más madera. Y la verdad es que no nos arrepentimos en absoluto. En aquella segunda ocasión, lo que hicimos fue apostar por una vivienda de segunda mano que vendía directamente el propietario (sin inmobiliaria de por medio) y pudimos negociarlo sin problemas hasta un precio que nos convenía más a nosotros.

Ahí no acabó la película, por supuesto. Hasta entonces, la ilusión nos había invadido por completo, sabiendo que nuestra calidad de vida iba a mejorar una auténtica barbaridad. Pero, en aquel momento, empezaban los papeles. Ya sabéis que cuando se compra una entrada hay que desembolsar un dinero y hacer papeles. Nosotros nos empleamos a fondo en esto, aunque reconozco que nos gustaba demasiado. Abonamos el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales, pagamos la comisión de nuestro intermediario financiero, encargado de que nos concedieran la hipoteca en el banco, y terminamos los papeles abonando los correspondientes gastos de notaría y tasación. Cuando concluimos con todo esto, la verdad es que sentimos que nos habíamos quitado un peso de encima.

No os mentiré. La mudanza, que era el último de los pasos de los que hablaba más arriba, me daba un vértigo de narices. Hasta entonces, estábamos viviendo de alquiler y la vivienda nos la daban el 1 de febrero. Claro, desde el momento en el que la vivienda es tuya, empiezas a pagar la hipoteca, pero… como dé la casualidad de que necesitas unos días para mudarte, es posible que haya algún mes en el que tengas que pagar hipoteca… y alquiler. Eso era lo que no queríamos en absoluto (el dinero de dos nóminas tiene un límite, como seguro que sabéis), así que teníamos que sacar todo lo que teníamos del piso que teníamos en alquiler antes del 1 de febrero y trasladarlo a la vivienda nueva.

Una de las cosas que más miedo me daba de la mudanza tenía que ver directamente con la seguridad de las cosas que íbamos a transportar. Conseguí una pequeña furgoneta de mi tío que me podía servir para el traslado de cajas, algún mueble y demás pertenencias, pero… ¿Cómo asegurar que no iban a moverse durante el trayecto, si realizábamos tramos descendientes, ascendientes y con resaltos? Pensé que algún tipo de cuerda me podría servir para cumplir con el objetivo y tengo que reconocer que tuve suerte porque obtuve información precisa que me proporcionaron desde Cuerdas Valero, quienes dieron con la palabra clave al hablar de “resistencia” a través de todo tipo de materias primas con las que se confeccionan cuerdas: poliéster, nylon o incluso la rafia, que tan de moda está ahora.

No sabía cómo iba a salir aquello. Compré varias cuerdas de diferentes materiales por si alguna fallaba y la verdad es que el resultado fue perfecto. Organicé los diferentes viajes de manera que todo pudiera estar bien sujeto en todo momento… y no se me rompió absolutamente nada a lo largo de toda la mudanza, algo que tiene que ser una especie de récord porque, desde luego, es bastante habitual que a alguien se le rompa algo (especialmente si es de un material muy sensible, como la cerámica o el cristal) en este proceso. Ah, y tampoco perdí nada, algo que también es digno de destacar porque, por desgracia, no suele ser lo normal cuando se organiza una mudanza.

No podemos estar más felices con la vida que tenemos ahora. Vivimos en una casa más grande, tenemos más espacio y la zona es bastante mejor porque la vemos más tranquila que en la que vivíamos antes. Además, tenemos cerca todos los servicios que son necesarios para desarrollar una vida plena: transporte público, supermercados, centro de salud… Hicimos bien en empezar a mirar casas y la verdad es que nunca nos vamos a arrepentir de haber seguido los pasos que seguimos y de los que os he ido hablando a lo largo de todos estos párrafos. Antes no vivíamos mal, pero ahora es todo perfecto.

Ni que decir tiene que, por supuesto, conseguimos hacerlo todo antes del 1 de febrero.

Un montón de gente se seguirá mudando en España en los próximos años 

Situaciones como la mía se van a repetir muchísimo en los próximos años en España. Solo hay que atender a la cantidad de viviendas nuevas que se van a levantar en el país dentro de unos años. En una publicación que hizo el portal web Alimarket, se destacaba que España iba a necesitar la construcción de 250.000 viviendas en España entre los años 2024 y 2039, un volumen que es enorme y que no cabe la menor duda de que va a terminar provocando que un montón de familias se planteen la posibilidad de irse a vivir a otro lado diferente al que están habitando ahora. Quizá dentro de la misma ciudad o del mismo pueblo, pero a fin de cuentas a un sitio diferente. Todo el mundo quiere mejorar su vida y un cambio de hogar siempre es una inteligente manera de llevar a cabo un proyecto como este.

Pero es que Alimarket no ha sido el único medio que ha desarrollado noticias como las que os mencionaba en el párrafo anterior. El portal web de Idealista también se mueve en ese terreno y publicó el año pasado una noticia en la que se decía que España iba a sumar 3’7 millones de hogares en los 15 años siguientes. Y tiene sentido que así sea especialmente por lo que se apunta después: que los unipersonales van a ser los más numerosos. Si es así, imaginaros cómo puede ser una mudanza. Si ya es agobiante cuando se realiza en familia, imaginaros cuando la tiene que llevar a cabo una persona sola. Como no tenga los trucos que yo fui aprendiendo durante la mudanza que completé hace 2 meses, puede resultar un proyecto incluso inabordable.

Mi consejo en lo que tiene que ver con una mudanza, ahora que la he vivido como cabeza de familia, gira en dos sentidos: el primero es el de que no os agobiéis, porque siempre hay maneras de encontrar soluciones a las posibles complicaciones que el proceso pueda deparar. El segundo es que os organicéis lo máximo posible, precisando plazos, trasladando ordenadamente las distintas mercancías y asegurándolas en el camión o furgoneta en la que las vayáis a transportar. Con estas dos pequeñas cosas, tendremos el terreno allanado para finalizar un proceso que, como seguro que ya sabéis, va a cambiar vuestra vida… y para bien.

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